El tic-tac del reloj me empuja a
la locura mientras mi desesperación aumenta con cada grado que giran las
manecillas. El tiempo señalado ya ha pasado hace más de dos horas. ¿Lo habrá
olvidado? ¿Acaso perdió el número? Seguro se cayó el sistema. Mi mano se acerca
al aparato con intención y la retiro con un impulso de autocontrol. Finalmente,
la impaciencia me gana, empiezo a marcar los números grabados en mi memoria,
uno a uno.
Primer tono, obviamente no
contestará ahora. …Eternidad…
Segundo tono, no responde, tal
vez sea su modo de decirlo sin palabras.
Un tercer timbrazo me arranca de
mis pensamientos y aguzo el oído en la espera de una respuesta. Silencio….
¿Cómo llegamos a esto? Cuando
todo parecía ir tan bien. Me empiezo a preguntar qué hice mal. Desde un
principio parecían obvias sus intenciones.
El sudor frío recorre mi espalda.
Intento aclarar mi mente ordenando explicaciones y justificaciones.
2 timbrazos más, me prometo que
no dejare que sean más.
Cada timbrazo se oye a kilómetros
de distancia del siguiente.
Me dispongo a colgar. El sexto
timbrazo me deporta de nuevo a la realidad, consulto el reloj y me parece una
eternidad desde que comencé a marcar, pero las manecillas indican que solo han
pasado un par de minutos.
Quiero colgar pero mi mano no
responde, sostenida por la esperanza.
Contengo la respiración.
Comienzo a separar el auricular
de mi oído cuando un ruido en la línea anuncia una respuesta.
“¿Bueno?” Escucho decir. 1….2….3
veces.
¡Di algo, idiota! Pienso.
Siento que va a colgar. “Buenos
días”, logro articular, cayendo en la cuenta de lo estúpido que eso suena a las
7 de la tarde.
Presagio verbal de la tragedia a
seguir.
Octubre, 2006
Octubre, 2006
yaaa seeeeee
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