Wednesday, February 1, 2012

De autocontrol


El tic-tac del reloj me empuja a la locura mientras mi desesperación aumenta con cada grado que giran las manecillas. El tiempo señalado ya ha pasado hace más de dos horas. ¿Lo habrá olvidado? ¿Acaso perdió el número? Seguro se cayó el sistema. Mi mano se acerca al aparato con intención y la retiro con un impulso de autocontrol. Finalmente, la impaciencia me gana, empiezo a marcar los números grabados en mi memoria, uno a uno.

Primer tono, obviamente no contestará ahora. …Eternidad…

Segundo tono, no responde, tal vez sea su modo de decirlo sin palabras.

Un tercer timbrazo me arranca de mis pensamientos y aguzo el oído en la espera de una respuesta. Silencio….
¿Cómo llegamos a esto? Cuando todo parecía ir tan bien. Me empiezo a preguntar qué hice mal. Desde un principio parecían obvias sus intenciones. 

El sudor frío recorre mi espalda. Intento aclarar mi mente ordenando explicaciones y justificaciones.
2 timbrazos más, me prometo que no dejare que sean más.

Cada timbrazo se oye a kilómetros de distancia del siguiente.

Me dispongo a colgar. El sexto timbrazo me deporta de nuevo a la realidad, consulto el reloj y me parece una eternidad desde que comencé a marcar, pero las manecillas indican que solo han pasado un par de minutos.

Quiero colgar pero mi mano no responde, sostenida por la esperanza.

Contengo la respiración.

Comienzo a separar el auricular de mi oído cuando un ruido en la línea anuncia una respuesta.

“¿Bueno?” Escucho decir. 1….2….3 veces. 

¡Di algo, idiota! Pienso.

Siento que va a colgar. “Buenos días”, logro articular, cayendo en la cuenta de lo estúpido que eso suena a las 7 de la tarde. 

Presagio verbal de la tragedia a seguir.

Octubre, 2006

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