Sunday, January 29, 2012

Del sol de medio día.

Camino con el sol en la espalda, ese sol de mediodía que te abraza, que no cala, que te deja quitarte el sweater y que te hace sentir parte del mundo en una mañana de un día de otoño.
 
Recorro las calles viendo a los turistas pasar, a los niños jugar con globos, pidiendo un helado antes de regresar a casa. Me gusta, disfruto la diversidad, las muchas caras que aparecen ante mí. Escucho el ruido de la gente que ve los altares de muertos, las Marías pidiendo dinero en alguna esquina con los niños llenos de mocos en la cara, me volteo al otro lado porque soy cobarde ante la desigualdad en nuestro país y siempre pienso, algún día haré algo por esas personas, algún día.

Camino con la cabeza en alto, gozando del paisaje de arquitectura Colombina; el centro con sus altos edificios llenos de balcones me invita a imaginar cuántos mariachis habrán cantado junto a algún enamorado esperando la señal de que han sido escuchados en el piso de arriba.

Observo y analizo para mantener a mi mente ocupada porque cuando no esta distraída con las caras y los niños y los globos invariablemente regresa a tí y me cacho buscándote entre esa gente, porque sé que te gusta el centro y sé que sabes que lo disfruto y en algún desquiciado huequito en mi cabeza, de esos que se encargan de los asuntos metafísicos, me encuentro queriendo creer que piensas lo mismo que yo, y que me vendrás a encontrar y que si nos cruzamos será una señal, como el día que te busqué en el concierto de jazz (con saxofón) cuando sentía tu presencia al cerrar los ojos y tu vibra y la mía se sentían a tono con el beat del bajo, y entre la gente, te vi, como en Rayuela.

Mi mente se pierde en Rayuela e insisto en el pensamiento con la intención de que no regrese a ti, concluyo que sería algo que me gustaría platicar contigo, comentar el punto, que si la Maga (cuánta ironía), que si Oliviera, que si no es buena la historia pero lo salva el estilo literario y el viaje imaginario por las calles de París y recuerdo cuando citaste a Cortázar y yo también quería jugar al cíclope (Rayuela, cap. 7).

Así te busco sin querer encontrarte pero con ganas de hacer una tregua, de no verte, porque si te encuentro me robaria el tiempo la batalla campal entre la razón y la emoción, el eterno dilema entre el deber y el hacer, el querer, lo trillado, el cliché, la opinión de las amigas, Pepe Grillo, el silbidito. 

Sentada en una banca, mientras escribo estas lineas, te relego a la lista de cosas a olvidar pero a la vez nunca te sentí tan cerca, como el sol de medio día que me abraza con tus brazos. 

Noviembre, 2011.

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